El regreso del Valle

Después de muchos años de parálisis, Cali y el Valle vuelven a brillar como punto de referencia de la actividad empresarial y los negocios en Colombia.
Algo muy bueno está pasando en Cali. Después de años de postración, la capital del Valle es otra vez, como lo fue hace años, epicentro de buenas noticias internacionales. Los Juegos Mundiales y la Cumbre del Pacífico fueron éxitos rotundos. Deportistas y presidentes salieron maravillados ante la capacidad de la ciudad para gerenciar certámenes de talla mundial. En tiempo récord, Cali ejecutó millonarias inversiones para adecuar su infraestructura y fortalecer la capacidad hotelera con el fin de albergar a miles de visitantes provenientes de decenas de países. El empujón sirvió para mover la economía de la región; pero, más allá de esto, sirvió para afianzar el orgullo y la confianza de los caleños respecto a las metas que la ciudad puede alcanzar cuando se lo propone. 

En lo empresarial, las cosas en el Valle van por buen camino. La mejor muestra es la creación del Sindicato Valluno, un grupo de más de 20 compañías de la región que se está convirtiendo en eje fundamental para el desarrollo de proyectos públicos y privados (ver artículo de la edición 426 aquí). Allí están algunos de los más reconocidos industriales de Cali: Alberto Losada, presidente de Fanalca; Maurice Armitage, presidente de Sidoc; Mario Scarpetta, del Grupo Azurita; y Carlos Arcesio Paz, expresidente de Harinera del Valle, entre otros ‘cacaos’. Todos ellos trabajan con un norte claro: ayudar a estructurar grandes proyectos para la región y utilizar su influencia para asegurar la participación de los mejores socios locales y extranjeros.

Dentro de esta Alianza Público Privada (APP) se destaca el papel que vienen cumpliendo la Alcaldía de Cali y la Cámara de Comercio de la ciudad. En la baraja de proyectos hay cuatro mega programas que ya están andando de la mano del sector privado: el plan de renovación urbana para recuperar el centro de Cali, el centro logístico de Buenaventura, la construcción de la represa del Pichindé y la ampliación del aeropuerto Alfonso Bonilla. Este último proyecto acaba de recibir una millonaria inyección de recursos del grupo español Aena, el mismo conglomerado que hace unos días compró la concesión del aeropuerto londinense de Luton. En pocos días, los españoles tomarán el control de la gestión del aeropuerto vallecaucano. 

Otros grupos internacionales preparan su aterrizaje en Cali este año. Entre ellos está la empresa norteamericana de vehículos eléctricos Vectriz, que planea construir una planta de motos eléctricas. También está la uruguaya Zona América, que construirá una zona franca en el sur de Cali. También se sumarán la alemana TSK, que construirá una planta de procesamiento de lixiviados, y la chilena Mall Plaza, que construye un complejo comercial en la Plaza de Toros Cañaveralejo.

En materia económica y social, la capital del Valle también viene avanzando. Hay mayor confianza ciudadana, mejor clima de seguridad y una significativa reducción en los costos de vida. Sin embargo, no todo es color de rosa. El desempleo está en un alarmante 15%, un nivel muy superior al promedio nacional de 9%. Persisten los problemas con los sistemas de transporte público, como el MIO. Y la región todavía carga grandes lastres del pasado, como los costos de la quiebra de Emcali.

A pesar de estos lunares, el hecho es que Cali y el Valle van por buen camino. La participación del sector privado en los grandes proyectos públicos, el regreso de grandes inversionistas extranjeros a la región y el impacto de las buenas administraciones son señal inequívoca del buen momento por el que atraviesa el Valle.

En la era de los TLC, Cali puede brillar como nunca. Su privilegiada posición geográfica, cerca del Pacífico, ofrece todo para construir la mejor plataforma comercial a la que alguna ciudad de Colombia pudiera aspirar. Se está abriendo la puerta para que Cali pase a ser foco privilegiado para el desarrollo industrial y empresarial de Colombia. En buena hora.

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